viernes, 21 de junio de 2019

Bosques y ciudades - ensayo

Recopilación y análisis a cargo de: Casta Arlette Gómez Ramírez - Carné: 201800360

José Ortega y Gasset

Nacido en Madrid en (1883-1955) filósofo ensayista español, su pensamiento plasmado en numerosos ensayos ejerció una gran influencia en varias generaciones de intelectuales. 

Hijo del periodista José Ortega Munilla cursó sus estudios secundarios en el colegio de Miraflores de Palo (Málaga) y los universitarios en Deusto Madrid, en cuya universidad se doctoró en Filosofía y letras con una tesis sobre “Los terrores del año mil” (1904). Fue candidato de metafísica de la universidad de Madrid entre 1910 y 1936. 


En 1916 fue designado académico de las Ciencias Morales y políticas, fundo la revista de occidente (1923-1936).

La publicación intelectual más abierta al pensamiento europeo del siglo XX español. Aneja a ella funcionó una editorial (así como su salón de tertulias) que representaría la más selecta modernidad intelectual de su época.

Elegido diputado al proclamarse la república, fundó con Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala la Agrupación al Servicio de la República. A partir de 1936 vivió en Francia, Holanda, Argentina y Portugal. Regresó a España en 1945 y residió (salvo viajes al extranjero, especialmente a Alemania) en Madrid. 

En 1948 fundó con su discípulo, el prestigioso Julián Marías, el Instituto de Humanidades.

Bosques y Ciudades

¿Con cuántos árboles se hace una selva? ¿Con cuántas casas una ciudad? 
Según cantaba el labriego de Poitiers,

La hauteur des maisons
empêche de voir la ville,

y el adagio germánico afirma que los árboles no dejan ver el bosque. Selva y ciudad son dos cosas esencialmente profundas, y la profundidad está condenada de una manera fatal a convertirse en superficie si quiere manifestarse.

Tengo yo ahora en torno mío hasta dos docenas de robles graves y de fresnos gentiles. ¿Es esto un bosque? Ciertamente que no: éstos son los árboles que veo de un bosque. El bosque verdadero se compone de los árboles que no veo. El bosque es una naturaleza invisible — por eso en todos los idiomas conserva su nombre un halo de misterio.

Yo puedo ahora levantarme y tomar uno de estos vagos senderos por donde veo cruzar a los mirlos. Los árboles que antes veía serán sustituidos por otros análogos. Se irá el bosque descomponiendo, desgranando en una serie de trozos sucesivamente visibles. Pero nunca lo hallaré allí donde me encuentre. El bosque huye de los ojos.

Cuando llegamos a uno de estos breves claros que deja la verdura, nos parece que había allí un hombre sentado sobre una piedra, los codos en las rodillas, las palmas en las sienes, y que, precisamente cuando íbamos a llegar, se ha levantado y se ha ido. Sospechamos que este hombre, dando un breve rodeo, ha ido a colocarse en la misma postura no lejos de nosotros. Si cedemos al deseo de sorprenderle — a ese poder de atracción que ejerce el centro de los bosques sobre quien en ellos penetra —, la escena se repetirá indefinidamente.

El bosque está siempre un poco más allá de donde nosotros estamos. De donde nosotros estamos acaba de marcharse y queda sólo su huella aún fresca. Los antiguos, que proyectaban en formas corpóreas y vivas las siluetas de sus emociones, poblaron las selvas de ninfas fugitivas. Nada más exacto y expresivo. Conforme camináis, volved rápidamente la mirada a un claro entre la espesura y hallaréis un temblor en el aire como si se aprestara a llenar el hueco que ha dejado al huir un ligero cuerpo desnudo.

Desde uno cualquiera de sus lugares es, en rigor, el bosque una posibilidad. Es una vereda por donde podríamos internarnos; es un hontanar de quien nos llega un rumor débil en brazos del silencio y que podríamos descubrir a los pocos pasos; son versículos de cantos que hacen a lo lejos los pájaros puestos en unas ramas bajo las cuales podríamos llegar. El bosque es una suma de posibles actos nuestros, que, al realizarse, perderían su valor genuino. Lo que del bosque se halla ante nosotros de una manera inmediata es sólo pretexto para que lo demás se halle oculto y distante.




Análisis / estructura
Introducción: el texto empieza -en los dos primeros párrafos- haciendo dos preguntas, que nos da un contexto y hace una comparación entre dos ambientes que en un primer momento parecen opuestos: bosques y ciudades; árboles y casas.

Desarrollo: plantea lo limitada que es nuestra perspectiva respecto del amplio espectro del todo, la realidad total. Aún cuando avancemos en conocimiento, estamos un paso atrás y repitiendo ciclos y proyectando nuestras emociones, buscandoles una forma física.

Conclusión: el último párrafo evidencia que, esa visión limitada es también la oportunidad de seguir avanzando en conocimiento, ante la motivación de que los árboles que vemos no son todo el bosque.

Tema: conocimiento, nuestra visión parcial de la realidad, conocimiento y cómo, partiendo de esa limitante, es en sí misma, el motivante para seguir descubriendo, evolucionando. 

Público objetivo: lo puede asimilar cualquier adulto con interés por el autoconocimiento. 

Objetivo del escrito: que mantengamos la mente abierta y lo convirtamos en un hábito, no desfallecer, nunca se deja de aprender. 


Referencias:

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